Crisis aguda de angustia


Crisis aguda de angustia









Una crisis aguda de angustia es un síndrome polimorfo susceptible de asociarse al componente psicológico característico de una sintomatología somática intensa. La urgencia y el tipo de respuesta médica dada están en función de la intensidad de los síntomas y del contexto clínico. La crisis puede crear pánico en el paciente y preocupación en su familia.






ETIOLOGÍA

La ansiedad es un problema clínico complejo. Puede ser primario o secundario a una variedad de condiciones físicas o psicológicas, pero siempre es producto de estrés intenso. Los sistemas noradrenérgicos cerebrales como el locus coeruleus, inducen o median la respuesta de estrés. Estos interactúan con los sistemas inhibitorios del ácido gamaaminobutírico (GABA) que modulan otros neurotransmisores involucrados en la expresión nerviosa central de la ansiedad.

La forma más intensa de crisis de angustia es el ataque de pánico, entidad clínica que causa incapacidad y puede aumentar un riesgo suicida concomitante.

Suelen producirse en forma espontánea, generalmente precedidos por una sensación de opresión torácica o incapacidad para respirar. El temor es de progresión rápida, se acompaña de ideas de muerte (por infarto o enfermedad cerebrovascular), de pérdida de control («deseos de salir corriendo») o de «pérdida de la razón». Los síntomas somáticos incluyen taquicardia, a veces severa, opresión precordial, quejas inespecíficas de vacío epigástrico, sensación de alteración de la temperatura corporal, sudor palmoplantar y frecuentemente temblor fino distal.

Esta crisis puede ceder espontáneamente o por tratamiento médico, pero siempre deja un temor muy intenso e igualmente inhabilitante a que se reinicie en cualquier momento.

DIAGNÓSTICO

La ansiedad representa una condición clínica tratable que se expresa mediante una variedad de cuadros emocionales, cognoscitivos y conductuales que tienen repercusión física objetiva mediada por el sistema neuro negativo.

El inicio de la crisis puede ser súbito, en ciertas situaciones habitualmente molestas para el paciente (conglomerados, espacios cerrados) evolucionando rápidamente a:

• Percepción subjetiva de peligro manifestada por aprensión, inquietud y sensación de muerte inminente;

• Alteración de las funciones cognoscitivas (pérdida de concentración y memoria);

• Hiperactividad neurovegetativa con síntomas somáticos

El paciente experimenta taquicardia, sensación de asfixia, incapacidad para introducir aire en los pulmones, dolor torácico y sudoración lo que le produce mayor ansiedad y convencimiento de sufrir un infarto de miocardio, hasta caer en estado de pánico.

El examen físico puede evidenciar taquicardia, aumento de la presión arterial, sudores y temblores.

El electrocardiograma es normal, lo mismo que la radiografía de tórax.

Se hace el diagnóstico diferencial con: intoxicación por anfetaminas o cocaína, prolapso de la válvula mitral; hipertiroidismo y feocromocitoma.

TRATAMIENTO

El tratamiento de la crisis aguda de angustia se inicia con la actitud del médico, que ha de ser de calma, de comprensión y además tranquilizadora. Muchas veces el paciente empieza a calmarse mientras cuenta cómo se produjo el ataque de pánico.

Si el paciente hiperventila se hace respirar en una bolsa de reinhalación o de plástico, con el fin de aumentar el CO2 arterial. Esto además permite disminuir los signos somáticos secundario, espasmos musculares, entumecimientos, hormigueo en las extremidades producto de la alcalosis respiratoria.







Si la angustia no cede es aconsejable la utilización de ansiolíticos. Las benzodiacepinas (Cuadro 1) son los medicamentos de primera elección en el tratamiento de la ansiedad. Si es necesaria una benzodiacepina de acción rápida, se usa el lorazepam en dosis inicial de 2 mg IM. Si es necesario, la dosis se puede repetir a las dos horas. Una vez la sintomatología aguda se haya controlado, el paciente se pone bajo dosis orales, siempre y cuando se requiera de tratamiento adicional.

Cuadro 1






Se deben prescribir por períodos breves (una a cuatro semanas) y de acuerdo con la vida media de estos. Algunas otras alternativas de tratamiento incluyen los neurolépticos en dosis bajas: sulpirida, 50 mg cada 12 horas y los beta bloqueadores: propanolol 20 mg diarios.

Si las circunstancias que, al parecer, generan la crisis de angustia no pueden resolverse y el paciente parece muy afectado psíquica y físicamente por ellas, la hospitalización se hace necesaria. El ambiente hospitalario permite romper con la secuencia de eventos fisiológicos y emocionales y obtener una mejoría notoria.

LECTURAS RECOMENDADAS

Motto JA. Urgencias psiquiátricas. En: Diagnóstico y Tratamiento de Urgencias. Editado por MT Ho y CE Saunders. Editorial El Manual Moderno SA. México DF, 1991

Rund DA. Psiquiatría en casos de urgencia. Editorial Limusa. México DF, 1988

Serrano BC. El paciente ansioso. En: Manejo Integral de Urgencias. Editado por Malagón Londoño y colab. Editorial Médica Panamericana. Bogotá, 1992

Sheehan DV. Monoamine oxidase inhibitors and alprazolam in the treatment of panic disorder and agoraphobia. Psychiatr Clin Norht Am 8:49, 1984